viernes, 28 de agosto de 2015

Escapada a Ginebra

Un verdadero chorro de Ginebra.

Hace unas semanas, mientras aburrido miraba los correos de publicidad, vi una oferta de vuelo barato a Ginebra (ida y vuelta por menos de 100 euros), y la idea fue cogiendo forma hasta que el martes nos fuimos a Suiza, de donde volvimos ayer. 

El vuelo ha salido barato y el hotel a un precio razonable, pero es lo único barato, ya que no mentían quienes decían que los precios allí eran escandalosamente caros (con perlas como una botella de agua mineral a casi 6 euros), por lo que salir a comer servía para sentirse pobre.

Dejando ese detalle de lado, Ginebra es una ciudad muy bonita y muy agradable para pasear y simplemente para estar. No es una ciudad especialmente monumental (la sobria y calvinista catedral de Saint Pierre da buena muestra de ello) pero sí es el sitio perfecto para perderse a la sombra de un árbol en sus parques o disfrutar de un soplo de aire fresco en alguna de sus plazas (lo de tomarse algo, lo dejo para los más valientes y adinerados).

Pero lo que sin duda debo destacar, aparte del chorro de agua, que visto de cerca es fascinante e hipnótico, son los Bains des Pâquis (en castellano, "el Baño de la Paqui"), una de las playas que hay en el lago Leman, donde por dos euros tienes un plan de día perfecto, bañándote en un agua cristalina (y menos fría de lo que cabría temer), rodeado de patos, cisnes y gaviotas. Si me tuviera que quedar con una cosa de Ginebra sería el Bains des Pâquis. ¿A qué he ido a Suiza? A tomar el sol en la playa.

Una cosa muy buena de allí es que, así como la comida en general es exageradamente cara con respecto a lo que estamos acostumbrados, el transporte público es gratuito. Al bajarte del avión, unas máquinas expendedoras te dan un billete de tren o autobús para ir al centro, y a la llegada al hotel te dan una tarjeta con la que puedes gratis coger trenes, autobuses, tranvías e incluso mouettes, que son esos barcos que cruzan el lago. Y aunque Ginebra es una ciudad de tamaño reducido, en la que ir andando es una opción muy viable, pues viene bastante bien y es un ahorro gordo.

Por lo demás, y en la parte de las curiosidades, creo que este ha sido el viaje al extranjero en que más español he hablado. Por todas partes era fácil encontrar emigrantes o hijos de emigrantes que supieran español, lo que facilitaba bastante las cosas, que uno se medio defiende en inglés, pero de francés (Ginebra es francófona) uno anda peor, y lo cierto es que poder usar el idioma propio es cómodo de narices. Eso, o que se me daba muy bien hablar suizo, claro.

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