domingo, 14 de diciembre de 2014

Conciertos e islas del tesoro

A mis años, es la primera vez que iba a un concierto de pago.

Apretada agenda cultural la de ayer. Por la tarde me iba a Muzzik a ver las lecturas dramatizadas de la novela de Robert Louis Stevenson "Isla del Tesoro" (que supongo que el Gobierno querrá ilegalizar por hacer apología del pirateo), un curioso espectáculo en el que participaban algunos de mis compañeros del grupo de teatro y que quedó muy bien, muy ameno y muy natural. Además, yo había ido sin saber muy bien de qué iba a ir el asunto, sin ideas preconcebidas y me sorprendió gratamente el asunto.

Donde ya me figuraba de qué iba a ir el tema y no me llevé sorpresas fue en el evento nocturno, el concierto en el BEC de Fito y los Fitipaldis, al que fui a acompañar a alguien muy especial. Y bueno, del concierto poco que decir, que no soy nada amigo de conciertos (de hecho, solo había ido a algunos de fiestas de pueblos). Es cierto que la música de Fito no me desagrada (aunque también lo es que sus canciones son demasiado parecidas, y cuando tocan las que no conoces, que en mi caso son mayoría, daba la sensación de estar oyendo todo el rato lo mismo) pero el formato "directo" no va conmigo. No me gustan las aglomeraciones y los empujones, y prefiero el sonido grabado que el de los conciertos, donde se oye más al público que al cantante. Pero vamos, cuestión de gustos.

Tampoco me gustan nada el BEC (concretamente el Bizkaia Arena, de tan infausto recuerdo) y los pifostios que se montan para entrar y salir. Sobre todo para salir, que desde que acabó el concierto hasta que salimos a la calle se me hizo eterno y pocas veces recuerdo haber estado tan agobiado. Pero bueno, eso iba en el guión.

Lo que sí que no iba en el guión y me cabréo sobremanera es la falta de respeto que tienen algunos imbéciles incapaces de entender una instrucción tan sencilla como "prohibido fumar", y sobre todo la permisividad de los organizadores del evento en el que había cigarros encendidos por todas partes y en todo momento, recuperando la asquerosa sensación de volver a casa con la ropa oliendo a tabaco. Y la sensación de no poder hacer nada para combatirlo.

Pero bueno. Si la persona con la que fui se lo pasó bien, mereció la pena.

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