viernes, 11 de julio de 2014

El último minuto de Calvin


Naturalmente, no pude evitar acordarme de  este otro peluche.

El siguiente texto no es mío, el original me lo encontré aquí, aunque creo que viene de aquí. El caso es que me pareció tan bonito que pensé que merecía la pena traducirlo y compartirlo, a pesar de que ha habido ratos en los que he tenido que parar de traducir porque se me escapaba la lagrimilla.

EL ÚLTIMO MINUTO DE CALVIN

-¿Calvin? ¿Calvin, cariño?
En la oscuridad, Calvin oyó la voz de Susie, su esposa desde hace 53 años. Calvin luchó para mantener sus ojos abiertos. Dios, estaba muy cansado y le suponía mucho esfuerzo. Lentamente, la luz reemplazó a la oscuridad y fue recuperando la vista. Al pie de su cama estaba su esposa. Calvin se mojó los labios resecos y preguntó con voz ronca: “¿Lo has… encontrado?”
-Sí, querido” –dijo Susie sonriendo con tristeza – “Estaba en el ático”.

Susie metió la mano en su bolso grande y sacó un viejo y suave tigre de peluche naranja. Calvin no pudo evitar la risa. Había pasado mucho tiempo, demasiado.
-Lo he lavado para ti –dijo Susie. Su voz se quebraba un poco mientras le alcanzaba el tigre de peluche a su marido.
-Gracias –dijo Calvin.

Calvin permaneció un rato tendido sobre su cama de hospital y giró la cabeza a un lado, contemplando el viejo juguete con nostalgia.
-Cielo –dijo finalmente Calvin -¿Te importaría dejarme un rato a solas con Hobbes? Me gustaría que nos pusiéramos al día.
-De acuerdo –dijo Susie – Voy a coger algo de comer en la cafetería. Vuelvo en un rato.

Susie besó a su marido en la frente y se dio la vuelta para marcharse. Con súbita pero delicada fuerza, Calvin la detuvo, agarró a su esposa y la besó apasionadamente en los labios.
-Te quiero –dijo.
-Yo también te quiero –respondió Susie.

Susie giró y se marchó. Calvin vio lágrimas corriendo por su cara mientras salía por la puerta y entonces giró la mirada hacia su más antiguo y querido amigo.
-Hola Hobbes. ¿Ha pasado bastante tiempo, verdad colega?
-Y tanto –dijo Hobbes, que ya no era un peluche, sino el gran tigre peludo que Calvin siempre había recordado, dijo.
-No has cambiado nada –Calvin sonrió.
-Tú has cambiado mucho –dijo Hobbes con tristeza.
Calvin se rio. -¿En serio? No me había dado cuenta.

Hubo una larga pausa. El sonido del segundero de un reloj rompía el estéril silencio de la habitación de hospital.

-Así que te casaste con Susie Derkins –dijo finalmente Hobbes, sonriendo. –Siempre supe que te gustaba.
-¡Cállate! –dijo Calvin, con la mayor de sus sonrisas.
-Cuéntame todo lo que me he perdido. –Dijo Hobbes emocionado- ¡Me encantaría saber qué ha sido de ti!

Así que Calvin se lo contó todo. Le contó cómo Susie y él se enamoraron en el instituto y se casaron al terminar la carrera, le habló de sus tres hijos y cuatro nietos y de cómo hizo del Astronauta Spiff una de las novelas de ciencia-ficción más populares de la década, entre otras cosas. Después de que le contara todas esas cosas a Hobbes, hubo un significativo silencio.

-Lo sabes… te visité en el ático un montón de veces. –dijo Calvin.
-Lo sé.
-Pero no podía verte. Todo lo que veía era un animal de peluche. –La voz de Calvin comenzaba a quebrarse mientras lágrimas de arrepentimiento afloraban en sus ojos.
-Simplmente te hiciste mayor, amiguito. –dijo Hobbes.

Calvin se derrumbó y se echó a llorar, abrazando a su mejor amigo. -¡Lo siento! ¡Lo siento mucho! ¡Rompí mi promesa! ¡Te prometí que nunca crecería y que estaríamos juntos para siempre!

Hobbes acarició el pelo de Calvin, o lo que quedaba de él. –Pero no la rompiste.
-¿Qué quiéres decir?
-Estuvimos siempre juntos… en nuestros sueños.
-¿Lo estuvimos?
-Lo estuvimos.
-¿Hobbes?
-¿Sí, amigo?
-Estoy muy contento de poder verte así… una última vez.
-Yo también, Calvin, yo también.
-¿Cielo? –la voz de Susie venía del otro lado de la puerta.
-¿Sí, querida? –respondió Calvin.
-¿Puedo entrar? –preguntó Susie.
-Un momento.

Calvin echo la vista a Hobbes una última vez.
-Gracias Hobbes, gracias por todo.
-No, Calvin. Gracias a ti. –dijo Hobbes.

Calvin se volvió hacia la puerta y dijo “ya puedes entrar”.
Susie vino y dijo “mira quién ha venido a visitarte”.
Los hijos y nietos de Calvin acompañaron a Susie a la habitación de Calvin. El nieto más pequeño pasó corriendo entre los demás y dio un fuerte y emotivo abrazo a Calvin.
-¡Abuelito! –gritó el niño con gozo.
-¡Francis! –gritó la hija de Calvin –Sé amable con tu abuelo.
La hija de Calvin se dirigió a su padre. –Lo siento, papá. Parece que Francis no sabe comportarse estos días. Se pasa el día correteando por ahí, liándola y saliendo con sus historias raras.
Calvin rio. –¡Bien! Eso suena exactamente a lo que hacía yo cuando tenía su edad.
Calvin y su familia charlaron un rato hasta que una enfermera dijo “Lo siento, pero el horario de visitas se está terminando”.

La querida familia de Calvin dijo adiós, prometiendo repetir la visita al día siguiente, y cuando se iban a ir, Calvin dijo “Francis, ven aquí un segundo”.
Francis se fue al lado del abuelo. -¿Qué pasa, abuelito?

Calvin cogió el tigre de peluche del lateral de la cama y lo agitó hacia su nieto, que lo miró con los mismos ojos con que él lo había mirado muchos años atrás.
-Te presento a Hobbes, era mi mejor amigo cuando yo tenía tu edad, y ahora quiero que lo tengas tú.
-Solo es un tigre de peluche –dijo Francis, arqueando las cejas.
Calvin se rió. –Bien, deja que te cuente un secreto.
Francis se inclinó para acercarse a Calvin, que susurró. -Si lo capturas con una trampa para tigres, usando un sándwich de atún como cebo, se convertirá en un tigre de verdad.
Francis hizo una mueca de divertido asombro y Calvin continuó. –No solo eso, sino que será tu mejor amigo para siempre.
-¡Wow! ¡Gracias abuelito! –dijo Francis, abrazando nuevamente a su abuelo con fuerza.
-¡Francis, tenemos que irnos ya! –llamó la hija de Calvin.
-¡Vale! –gritó Francis.
-Cuídalo bien. –dijo Calvin.
-Lo haré –dijo Francis antes de correr hacia donde el resto de la familia.

Calvin se tumbó sobre su espalda y se quedó mirando el techo. El tiempo de marcharse estaba cerca, podía sentirlo en su alma. Calvin trató de recordar cierta frase que leyó una vez en un libro. Decía que la muerte era el comienzo de la siguiente gran aventura, o algo así. Sus párpados empezaron a pesar y su respiración a ralentizarse. Mientras caía profundamente en su sueño final oyó a Hobbes como si estuviera junto a él, al lado de la cama. “Cuidaré de él, Calvin”.

Calvin dio el primer paso hacia una nueva aventura y respiró por última vez, con una sonrisa en el rostro.

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