viernes, 1 de octubre de 2010

Bosu

Su aspecto malvado le delata.

Hace tiempo que vengo advirtiendo del peligro que suponen los gimnasios para la Humanidad, y de cómo son el claro símbolo de que la máquina destruirá al hombre, pues la mayoría de los viles artilugios que pueblan esos lugares son artefactos de Satán, creados para menoscabar cuerpo y alma, dejando al usuario sin energía ni autoestima.

Hoy le toca el turno al bosu, pérfida semiesfera que recuerda a aquellos balones cabalgables que regalaban hace años con la Casera, pero aplicado aquí a la tecnología del sufrimiento, con ejercicios que van de lo aeróbico-cardiovascular (lo que viene siendo sudar cual chimpancé hembra en sauna) a la tonificación muscular. "¿Aún sientes los brazos? Eso lo remediamos en seguida", sin olvidar de la parte del equilibrio. A veces daba la impresión de estar haciendo step encima de un flan gigante.

Lo bueno es que al menos una cierta justicia poética te permite por lo menos pisotear con saña el aparato y dejarle claro quién manda.

O al menos eso es lo que quieren que creamos.

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