martes, 6 de julio de 2010

Agentes inmobiliarios. Hoy: Álvaro el honesto

¡Que viene Hacienda!

Comenzaré el relato diciendo que ya tenemos lonja, una lonja que es acojonante, de 102 metros cuadrados y a 5 minutos de mi casa, lonja que bien merecería una entrada para ella sola, y que probablemente haga, pero que ayer fue eclipsada por el esperpéntico agente inmobiliario que nos hizo la gestión, un individuo al que llamaré "Álvaro el Honesto".

Ayer nos citamos con la propietaria y con el de la inmobiliaria para ver el local y proceder luego a la firma del contrato, y ya la tarjeta de presentación era elocuente: 20 minutos de retraso y venir echando la culpa a unos clientes pesados de los que no conseguía desembarazarse, pero con una sonrisa en los labios, y tan auténtica como un euro de madera.

Tras enseñarnos el local, visita durante la cual, pese a que estaba la propietaria presente, se comportaba como si éste fuera suyo, no dejando que ella contestara, ninguneándola de forma descarada, nos fuimos a su despacho, un pequeño cubículo espartanamente decorado, donde comenzamos a plasmar en papel los términos del contrato.

Ya empezó dejando claro su hacer cuando dijo que tenía por costumbre usar el modelo de la Cámara de la Propiedad, al que él no dejaba de llamar "contrato base", cuando no deja de ser un modelo particular y obviamente favorable a los propietarios, y no cambiar nada, sino ir haciendo enmienda, estilo "Cláusula 1 pone que A pero se hace una enmienda luego poniendo que la cláusula A no vale". Claro, borrar la cláusula A sería una locura. Pero bueno, como la lonja molaba y no era plan de ser quisquilloso, se le deja hacer.

Luego se saca de la manga que nosotros como arrendatarios tenemos que practicarle la retención a la señora. Cosa que no es así. Le explico que somos personas físicas y que no podemos hacerlas, me dice que él también es persona física, y le recuerdo que él tendrá un IAE, será autónomo y tal, pero que nosotros no podemos, que se mire la Norma Foral. Me dice que naturalmente que sí podemos, y que si preguntamos en Capuchinos (Hacienda) cualquiera nos dirá que sí.

Usando mi baza de "no, no funciona así, trabajo en Diputación y sé de qué hablo" consigo que momentaneamente se calle (un regalo para nuestros oídos).

Porque este señor utilizaba la táctica de hablar y hablar sin dejar responder, para así dar la impresión de que sabe lo que dice, pese a que no era así, y la deficiente redacción que da al contrato así lo demuestra. Pero vaya, que nos vamos a partes más divertidas, que son las de negociar los puntos particulares del contrato, donde el inmobiliario comienza a poner pegas que ni la propia casera pone.

Es más, llega el momento en el que sale el tema de reparaciones. La lonja tiene un escaparate de cristal, y nos preocupa saber qué pasa si alguien ajeno, de la calle, rompe el cristal. Saber qué pasa si un día llegamos a la lonja y nos encontramos la luna rota. El inmobiliario empieza a marearnos con el contrato base para arriba, el contrato base para abajo,que ahí pone que tendríamos que pagar el cristal nosotros aunque no lo rompamos, y no hay forma de explicarle que eso no es la Biblia, que se puede modificar, que para eso estamos.

La propia dueña del local dice que entiende que ese gasto sí correría de su cuenta, que si no es culpa nuestra no tendríamos por qué pagarlo. Pero eso entra por un orificio auditivo de Álvaro el honesto y sale por el otro, y empieza a decir que eso no es lo que pone en el contrato base, y que deberíamos ser nosotros.

En ese momento casi me dan ganas de agarrar de las solapas al inmobiliario y darle varias bofetadas, pero si lo hubiera hecho me habría perdido el resto del show, cuando él dice que deberíamos contratar un seguro, tanto de continente como de contenido, porque también nos podrían entrar a robar, o si alguien tiene un accidente en la lonja, nos podría demandar. Apenas nos deja explicarle que ahí solo van a entrar amigos nuestros, y que confiamos en la buena fe de la gente a la que invitamos, y empieza a desvariar con que si los padres malmeten y presionan, y que los accidentes ocurren, y que... me llega a hacer dudar si realmente estamos alquilando una lonja para jugar a rol o la sala del peligro de la Patrulla-X.

A duras penas conseguimos hacerle entender que eso nos la pela, que no queremos un seguro, y que nos sale más a cuenta que nos entren a robar una vez al año que pagar una póliza, y le consigo decir, aprovechando un resquicio de silencio que lo que nos preocupa es "¿Qué pasa si alguien que pasa por la calle rompe el cristal?"

Y él contesta, quedándose tan ancho "ah, pues si va uno por la calle y rompe el cristal, lógicamente lo paga él, lo retenéis, llamáis a la policía y lo paga". Aunque en el caso de una persona normal habría supuesto insultar a su inteligencia, me veo en el deber moral de recordarle que si eso pasara, no es tan sencillo, que hay unas cosas llamadas juicios, ejecuciones de sentencia, (que visto lo visto no dudo de que habrá vivido más de una vez... como imputado) y empieza a contarnos con orgullo que una vez le pasó, que rompieron su cristal y fue a perseguir al maleante y que de la hostia que le dio no se sabía si subía o bajaba las escaleras. Edificante... solo bajarse la bragueta y poner el pene encima de la mesa habría mejorado aquello.

Finalmente conseguimos entre todos sacarle de su delirio asegurador y logramos que ponga en el contrato lo que ya habíamos acordado, pese a que hay que hacerle unas cuantas matizaciones (y muchas me las acabo callando para no parecer que quiero sacar ventaja al contrato, por lo que dejo pasar locuciones del estilo de "las partes acuerdan que pactan...") y lo firmamos.

Entonces acordamos que al día siguiente (por hoy) hacemos el primer ingreso en la cuenta de la propietaria, hacemos el ingreso en la cuenta de la inmobiliaria y cuando vayamos a la inmobiliaria él nos da la llave y nuestra copia del contrato. Aceptamos todos.

Pero cuando va la señora, y como dijo Don Federico Mercurio, el show debe continuar, así que nuestro nuevo mejor amigo Álvaro, que estando presente la señora se comportaba como el heróico y sabio paladín que la defendía de unos pícaruelos, dice "no debería hacer esto, pero ella no se va a enterar" y nos da ya la llave de la lonja. Nos dice que así podemos entrar y coger las carta de Iberdrola que iban dirigidas al anterior inquilino, para así tener los datos y poder dar de alta la luz con facilidad.

Mas no hay banquete sin postre, y llegados a este punto es preciso hacer un flashback al momento inicial de la conversación, donde salió el tema del casero anterior y sus artimañas con el IVA y él criticaba con vehemencia esas actitudes, pidiendo mano dura contra los fraudulentos y tramposos, pues cuando le pedimos un número de cuenta para ingresarle sus honorarios nos dice que podemos ingresarle en cuenta, o que mejor le podemos pagar en mano, ya que aunque no podría hacernos factura, así nos ahorraríamos el IVA, y en palabras suyas, "me da rabia cobraros un IVA, que luego no os podéis deducir. A mí me da igual, pero es por haceros el favor".

Y los niños salieron corriendo de la cabaña del brujo, pero felices porque sabían que ya tenían un castillo en el que jugar.

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