lunes, 31 de agosto de 2009

Memorias de un ex-abogado (XXIII)

La gente ve una corbata y se acojona

No es que retome la sección, pero siempre pasa, cuando se cuenta algo, que nos dejamos cosas en el tintero, y ayer, charlando con un ex-cliente, vino a mi memoria otra anécdota, donde se ve que con buenas maneras, y un poco de audacia, se pueden llevar los asuntos a buen puerto, sin necesidad de tomar medidas drásticas.

Capítulo XXIII: El electrista díscolo

Era verano de 2005, poco antes de mi verdadera crisis vocacional, y como era agosto estaba yo de "vacaciones", lo que significa que no tocaría mis expedientes durante ese mes, coincidiendo con las vacaciones judiciales, pero la de abogado, o al menos la de abogado pobre es una profesión de 24 horas al día, 365 días al año, y recibí la llamada de uno de mis clientes, para exponerme un asunto de Derecho Laboral.

La historia no tenía mayor misterio, en una discusión con su jefe, en pleno calentón, se había despedido del trabajo, y ahora necesitaba convencer a su jefe para que le firmara que había sido un despido, y poder así cobrar el paro.

En fin, lo normal habría sido mandarle a paseo, pero no estaba la coyuntura como para decir que no a nada, y me reuní con mi cliente y con mi traje a las tempranas 8 de la mañana, que en agosto son dolorosas, y nos desplazamos hasta el pabellón industrial donde había estado trabajando.

Allí estaba el jefe, que nada más verme soltó un bufido, y cuando a la pregunta de quién coño era yo, mi cliente respondió "mi abogado", estuvo cerca de salir corriendo, y doy gracias a que no tuviera una escopeta en la oficina, pues nada me garantiza que no me hubiera disparado allí mismo.

Costó hacerle saber que solo queríamos hablar, y que aquello no era ninguna encerrona, que solo era una charla informal. Claro, él arguía, no sin cierta razón, que lo suyo habría sido avisar, para que él hubiera podido avisar al suyo. Pero bueno, por suerte era un tipo bastante razonable, y poner un bozal a mi cliente sirvió bastante.

No le faltaba razón al decir que si mi cliente era mayor para decir "me voy" tenía que ser también mayor para afrontar las consecuencias, y además, él ya había presentado en la Seguridad Social el parte de baja voluntaria, y tenía, como es lógico, miedo a las conscecuencias que para él pudiera tener modificar el parte.

Algo de mano izquierda, y me temo que de táctica mafiosa, sirvió para llegar a un acuerdo. "Tienes toda la razón del mundo, pero entiende que me debo a mi cliente, y que si no llegamos a un acuerdo, tendríamos que tomar otro tipo de medidas, y decir que ese despido ha sido improcedente". Mafioso y de farol, lo admito, y no es algo que me haga mucha gracia, la verdad, pero era lo único que teníamos a mano, y bien cierto es que, aunque no tenía obligación de hacerlo, lo que le pedíamos no le suponía no le suponía ningún perjuicio.

Afortunadamente, contábamos con la buena fe del hombre. En el sentido de que aunque no soportaba a mi cliente, tampoco le deseaba ningún mal, y que él realmente sí estaba por la labor de hacerle ese favor, pero como es lógico, lo que no iba a hacer era exponerse a las consecuencias de andar firmando una cosa y luego desdecirse, pero por suerte, fui lo bastante convincente y decirle "mira, entiendo perfectamente que no tienes por qué fiarte de mí, pero como sé que en cuanto salgamos por esta puerta vas a llamar a tu abogado para saber cuánto de lo que te hemos dicho es verdad, te agradecería que le preguntaras si lo que te proponemos tiene para ti alguna consecuencia negativa o no. Y si quieres, se lo comentas, si te dice que no hay pegas, quedamos otro día, firmas que el despido ha sido improcedente, mi cliente firma que le has pagado la indemnización, aunque no te la va a pedir, así él cobra el paro y tan amigos".

La verdad es que funcionó, y mi cliente pudo cobrar el paro (aunque por poco tiempo, la verdad, ya que encontró trabajo enseguida, que si una cosa tiene es que es un currante) y no hubo mayores consecuencias. Desde luego fue bastante mejor que haber ido por la vía judicial, donde me temo que nos habríamos pegado una talegada de impresión.

Pero bueno, con una pareja de cuatros también a veces se ganan manos de Poker (y de mus)

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