jueves, 24 de mayo de 2007

Memorias de un ex-abogado (II)

Capítulo 2: El Master

Cuando me hablaron de hacer un master pensé que se referían a otra cosa

Como ya dije, tras acabar la carrera me sentía como un pececillo en medio del Océano, totalmente perdido, sin saber qué narices hacer. Buscar trabajo era una opción que valoraba, pero no sabía ni por dónde empezar, y la idea de hacer un master o algún tipo de formación complementaria me atraía bastante. Supongo que porque aún me veía muy verde. Formalicé mi preinscripción, sin saber si iba a tener plaza, y cuando me llamaron para la entrevista fue toda una alegría. Como ya dije, en euskera, parte porque así iba a tener más posibilidades de conseguir prácticas, parte porque costaba la mitad, gracias a la subvención de la Diputación.

Y dado que iba a hacer el master en euskera, y que sólo iba a ser de 4 horas al día, aproveché para hacer una de las pocas cosas sensatas que hice por aquel entonces, que fue matricularme al euskaltegi para prepararme el EGA (título oficial de euskera)

El master en sí consta de varios módulos, correspondientes a las diferentes ramas del Derecho, y las clases son impartidas por profesionales del Derecho (jueces, abogados en ejercicio, secretarios judiciales, etc...) que dan una visión bastante más práctica de la materia que la que se recibe en la Universidad. A decir verdad, en el master es donde aprendí todo el Derecho que no aprendí en la facultad. (Donde aprendí bien poco)

La parte más interesante de todas, tal vez por ser la primera, fue la del Derecho Penal, con prácticas bastante interesantes:

-Presenciar la asistencia letrada a un detenido: Previa cita con la abogada que estaba de turno de oficio, pude estar presente en el interrogatorio de un colombiano que había sido detenido por tráfico de drogas. Básicamente, le habían sorprendido en posesión de una importante cantidad de cocaína, pero lo mejor era la historieta que se montó, diciendo que la droga era de unos amigos que habían ido a su bar y se la habían dejado allí, que él no tenía nada que ver, que era un hombre honrado y trabajador, que todo lo que tenía era por su trabajo (una pizzería pequeña) y que el dinero que tenía era gracias a un golpe de suerte provocado por haber sabido comprar y vender bien un inmueble (que según él triplicó su valor en dos semanas, toma burbuja inmobiliaria) Todo ello aderezado con unas lágrimas de cocodrilo, que daban ganas de decirle "con el talento que tienes para las artes dramáticas deberías estar en Broadway actuando, y no en Barakaldo trapicheando con droga"

-Presenciar interrogatorios reales en el Juzgado: Del que me quedo con el relato de una familia de gitanos, y sus inverosímiles historias ante una acusación de haber saltado la tapia de un desguace, con un gracejo inigualable. Cuando saquen la película que me avisen.

-Ver en directo una rueda de reconocimiento: Algo bastante parecido a lo que vemos en las series y películas, salvo por la parte en que en las películas no salen el juez y el abogado ni por casualidad. Lo gracioso es que les faltaba un figurante y estuve a punto de tener que ponerme yo en la rueda, las risas que nos habríamos echado si me llegan a señalar a mí. Pena que al final no fuera necesario.

-Acudir a un juicio en la Audiencia Nacional: Hasta Madrid nos fuimos, del tirón, a presenciar la vista oral de un juicio contra la presunta integrante de ETA Idoia López Riaño, "Tigresa", donde además, al ir como acompañantes de la abogada defensora, estábamos con toga y todo, pudiendo ver todo, testigos protegidos incluídos.

-Visitar las Instituciones: Fue una segunda visita que hicimos a Madrid, sólo que a diferencia de la anterior, que era ir y volver en el día, en ésta íbamos para un par de días, con hotel y todo, y pudimos ver la sede del Tribunal Constitucional, el Consejo General de la Abogacía, y sobre todo el Congreso de los Diputados. Tuvimos bastante suerte, ya que ese fin de semana acababa de empezar la invasión de Irak, y era el día de las manifestaciones, y había una importante presencia policial en las calles (doy fe de que nunca he visto tanto policía junto) y un ambiente más que tenso, y a punto estuvimos de que nos cancelaran la visita al Congreso, pero por suerte una diputada, conocida de uno de los profesores del master, nos consiguió el acceso al Parlamento, y pudimos verlo por dentro. Mucho más pequeño de lo que lo había imaginado, pero pude hacer realidad mi sueño de hacer una imitación de Aznar, sentado en el escaño de Aznar.

Ése tipo de cosas fueron las que me fueron inoculando la pasión por la abogacía, y aunque a medida que avanzaba el curso, la cosa iba perdiendo interés, fue bastante productivo.

Aunque hubo un punto de inflexión, cuando en enero de ese curso empecé a trabajar (¡mi primer trabajo!) en el Ayuntamiento de Gernika, gracias a que uno de los profesores del master era secretario de ese Ayuntamiento. No me extenderé en comentar batallitas de mis 6 meses en Gernika, pues dan por sí solas para una entrada, pero sí diré que fue matador el ritmo que llevé por aquella época, con madrugones diarios para meterme 50 minutos de ida, 6 horas de curro, 50 minutos de vuelta, 4 horas de master y 2 de euskera, no teniendo tiempo casi ni para respirar, ya de dormir ni hablemos. (Y no, no me he equivocado al computar las horas)

Aunque estaba estresado pero feliz. ^_^ Eso sí, no sé cómo aguanté aquel ritmo sin reventar.

Otro día sigo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

joder, no creia que habias llegado tan lejos, la leche xD

desde luego, es divertido xD

Fdo.: La que viene todos los dias a dar de comer al ocelote y acariciarlo ^__^